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17 febrero 2009

Avaricia


El ansia de llenar sus bolsillos de dinero le llevó a arrastrar demasiado peso aquella noche. El exceso de peso le llevó a un lento caminar y el lento avance de su paso hizo que la oscuridad cayera sobre él. La noche hizo el resto. En medio de la nada, o mejor dicho, en medio de todo un bosque repleto de vida, se perdió sin remedio.
Enloqueció víctima del pánico. Los ruidos que inundaban el bosque le hacían sentir extremadamente inseguro en ese lugar. Las copas de los árboles bailando con el viento se habían convertido en un transfondo sonoro que ensordecían la noche. El crugir de las ramas recordaba que en cualquier momento se podía caer el cielo encima. El silvido del aire a través del tronco hueco que se encontraba junto al rio y los aullidos de los lobos nocturnos que ya estaban acechando a su presa, eran los dos ingredientes que faltaban para completar las espantosa estampa.
Eso sí, él tenía dos enormes bolsas repletas de monedas que seguramente acabaría gastandose en el primer burdel que encontrase por el camino. Pero todas esas monedas no iba a sacarle de ahí, y ya estaba empezando a perder el control de la situación. Tan pronto como empezó a gritar de desesperación, cayó sobre él una rama que lo tumbó en el suelo inconsciente.
A la mañana siguiente, al despertar descubrió la verdad de su penosa situación. Se había levantado con una tremenda reseca que no le permitía adoptar una posición totalmente vertical. Estaba en el parque, cerca de su casa. Los árboles si estaban allí, pero ni el tronco ni los lobos habían estado nunca en ese lugar. Lo que había escuchado silvar eran los tubos de los columpios, y los lobos eran realmente los perros de la vecina, dos huskis siberianos que estaban en época de celo. Junto a él, dos bolsas de basura, que en lugar de monedas, contenían desechos de algún desconocido y que el decidió arrastrar hasta ese lugar.
La avaricia a veces puede no romper el saco, pero da por culo.

18 noviembre 2008

Argentina

Ya no necesito una cama donde dormir para soñar contigo otra vez. No necesito viajar hasta tí para sentirte cerca de mi. No necesito tocarte para sentir tu piel sobre la mía, ni tampoco mirarte para verte. No necesito tus fotos en mi cartera para recordarte. No necesito acostarme contigo para dar alimento a mis deseos más salvajes. No necesito una prueba de tu amor. No necesito nada para seguir siendo tuyo. Me basta con lo que me das para seguir suspirando otro día.

No tienes que decirme nada, ni tan siquiera que me esperas, para que siga soñando despierto. No tienes que acostumbrarte a mi, ni sorprenderte cada día con lo que te ofrezca. No tienes que escribirme para que te lea, ni llamarme para que te preste atención. No tienes que alimentar mi ego con lo que deseo escuchar. No tienes que refrescarme con palabras vacías lo que sientes por mí. No tienes que hacer nada para dártelo todo. Saber que estás ya es mi premio.

Te quiero tan libre, tan sencilla y tan natural. Qué guapa eres, Argentina.